Yo vivía en una hermosa burbuja. Un pequeño mundo perfecto. Por supuesto, hay muchas cosas malas allí afuera. Por supuesto, la gente se muere, se enferma, y tiene terribles problemas. Pero yo vivía en una hermosa burbuja perfecta: una familia sana, cuatro hijos espléndidos.
Entonces mi burbuja estalló. En realidad, no sólo estalló. Explotó en miles de pequeños fragmentos que me cortaron a mí, que cortaron a mi familia, que nos rebanaron de arriba a abajo y que dejaron cientos de pequeñas cicatrices en todos nosotros. Cuando a Sam le diagnosticaron leucemia tenía seis años de edad. Menos de dos años después, a la edad de ocho, murió. Desde el momento en el que mi primer hijo nació, no fui la misma persona. Desde el momento en el que mi segundo hijo murió fui nuevamente cambiado de forma irreparable.
Oh, si sólo pudiera regresar a esa burbuja. Si sólo pudiera encontrarme en la belleza de esa perfecta existencia, flotando y rebotando en la brisa. Desde luego, no puedo. Estoy para siempre aquí afuera, sin la burbuja. Nunca pude imaginar cómo viviría fuera de ella. Como un astronauta en un traje, como un buzo con una jaula para tiburones…me preguntaba qué sucedería si mi burbuja no estuviera allí. ¿Podría respirar el aire? ¿Podría sobrevivir?
La vida en la burbuja era agradable y la vida afuera de ella no es lo mismo. Pero he descubierto que sin ella todavía puedo respirar el aire, y todavía puedo moverme. Puedo contactarme con tantos otros, todos juntos en nuestros mundos sin burbuja y todos en ella.
Phyllis A. Sommer es rabino en Am Shalom en Glencoe, Illinois, y popular blogger. www.imabima.blogspot.com
