Elul 4: Convertirse en Hombre – Moshe Kasher

En el libro de Jueces conocemos a Samsón. El hombre judío supremo. Su largo fluido cabello le proporcionaba una fuerza sobrenatural y lo convertía en un Superman judío. Y afrontémoslo, los judíos no tenemos muchos Superman. Mi Samsón era mi padre. Es el de todos. Pero todo Superman tiene una kriptonita. Mi kriptonita era la vergüenza. Y California. Yo nací entre dos mundos. Todo el año vivía como un niño secular en Oakland y en el verano volaba de regreso a New York para unirme a mi padre en Seagate, la comunidad Satmar que él había adoptado. Mi papá hizo sus mejores esfuerzos por imbuirme de amor por el judaísmo, pero mucho más activa que ese amor era mi propia sensación de vergüenza porque yo no era lo suficientemente judío. A pesar de que vestía el disfraz, siempre tenía la sensación de tener sobre mí un brillante cartel de neón: “¡NO SABE IDISH!”

Entonces sucedió lo impensable. En febrero de mi vigésimo año de vida a mi padre le diagnosticaron cáncer. Murió en mayo.  Mi Samsón estaba quebrado. Su cabello se había ido.  Mi enojo también. Parecía inútil. Un año más tarde, volé de regreso a Seagate para decir kadish por mi padre en su Yortzait. Había un problema. Me había dejado crecer el cabello largo. La perspectiva de regresar a la sinagoga así me produjo temblores hasta en el cuero cabelludo. Me convertí en un niño de doce años otra vez. Corrí alrededor de la casa, frenético, tratando de embutir mi cabello en una fedora cómicamente diminuta. La vergüenza estaba arremolinándose a mi alrededor mil veces por segundo. Volví a tener doce años, dolorosamente consciente de que yo no era ni de que nunca sería cabal.

Entonces tomé aire.
Me di cuenta de que no tenía doce años.
Me di cuenta de que no estaba gobernado por esos demonios de mi pasado.
Me di cuenta de que era un adulto.
Me di cuenta de que no importaba si ellos sabían que yo era diferente.
Al diablo, yo era diferente.
Me saqué el sombrero.
Mi cabello se derramó sobre mis hombros como Samsón.
Recuperé mi fuerza.
Derribé los muros de mi pasado con mis manos desnudas.
Caminé al Shul.
Me convertí en un hombre.
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