Hace quince años sufrí una seria depresión, devastadora y dolorosa. Justo cuando estaba en una maravilloso momento de mi carrera, la angustia mental y la desesperanza que entraron en mi mundo fueron abrumadoras. Fue, al decir de William Styron, un período de “Visible Oscuridad” con una sofocante clausura de la vida y la alegría.
Gracias a la ayuda, la terapia y la medicación correctas, y en virtud del apoyo de buenos y leales amigos, pude sobrevivir y emerger de aquel desafío. Las consecuencias de esa experiencia y las subsecuentes batallas contra la depresión me han enseñado a apreciar la fragilidad de la vida y la importancia de los amigos y de la comunidad que extienden una mano de ayuda y compasión en circunstancias difíciles. Enseña la tradición que Elul es un tiempo en el que Dios está más presente, listo para escuchar e interesarse por el ser humano. Las letras hebreas que componen el mes, nos dicen, son un acrónimo de la frase Ani ledodi vedodi li, Yo soy (devoto) de mi amado (Dios) y mi amado (Dios) es (devoto) mío.
Uno de los elementos fundacionales de la ética judía es el concepto de “imitatio dei”, de seguir los pasos de lo divino en nuestro propio comportamiento. Se nos desafía, dice el Talmud, a vestir al desnudo, enterrar al muerto y visitar al enfermo tal como en la Biblia se describe que Dios lo ha hecho. Maimónides extiende esto a todo el comportamiento ético y nos exige ser como Dios en todas nuestras conductas. Elul es un mes para asumir el desafío de ser un verdadero amigo del prójimo, imitando la esencia misma del llamado de Elul. Es el tiempo de estar plenamente presente, extendiendo una mano de amor y de apoyo a aquellos que se hallan más vulnerables y más heridos -pero no sólo los que lo están en su exterior, sino también a quienes están interiormente lastimados, presas de la angustia y la confusión.
