Como estadounidense de sexta generación cuyos familiares lucharon en todas las guerras desde la Guerra Civil hasta la Guerra de Irak, quería hacer algo para retribuir a nuestras tropas que tanto se han sacrificado por nuestro país.
Hace cinco años organicé un programa denominado Proyecto M.O.T para enviarles regalos a los miembros judíos de las tropas estadounidenses, desplegados lejos de casa y lejos de sus seres queridos. Este pequeño gesto de entrega trae alegría a las vidas de nuestros valientes héroes, quienes lo están arriesgando todo.
En concreto, nuestros paquetes incluyen pequeñas cosas como CDs, frutas secas, miel y cartas para los soldados, diciéndoles cuánto apreciamos su sacrificio. Pero los paquetes en realidad proporcionan algo mucho más profundo: la sensación de ser recordados, tenidos en cuenta y apreciados, un sabor a hogar.
Nos han contado que cuando un marinero recibe correo a su nombre, cuando en el medio del océano recibe una de nuestras cajas, su voluntad para seguir adelante se ve fortalecida. Un infante de marina se siente refrescado en medio de un caluroso y arenoso desierto.
Y un comando de operaciones especiales de la embajada en Benghazi que yace herido en el Centro Médico Regional Landstuhl derrama varias lágrimas cuando recibe una tarjeta de “pronta recuperación” enviada por un estudiante de la Escuela Hebrea de Sacramento.
En cualquier lugar del mundo donde se encuentren nuestros soldados los acogemos con un sentimiento de comunidad y cuidado.
Para el Proyecto M.O.T, el arte de dar la bienvenida comienza con un gesto de agradecimiento.
