Es cuando todos ustedes están alrededor de la mesa.
Sentados.
Y hablando y riendo.
Cuando nadie tiene prendido el teléfono.
Cuando la cena comienza a las 6 y continua hasta las 2 porque nadie tiene ningún otro lugar adonde estar.
Ningún bar en el que parar, ningún compromiso social con el que cumplir.
Cuando toda la comunidad sabe que el chismerío no está “bueno”, más allá de lo gracioso que sea el rumor o de cuánto jugo pueda extraérsele,
Es cuando descubres que realmente, verdaderamente y por completo, te importa lo que la gente a tu alrededor tiene para decir.
Cuando las conversaciones incluyen a Dios y al sexo y al sinsentido, y a las bromas que son graciosas solamente para nosotros.
Cuando no tengo miedo de arruinar un chiste.
Ni de sentirme tonto cuando mis “datos” son…incorrectos.
Cuando el silencio no es incómodo.
Cuando no me importa al lado de quien me siento.
O cómo se ve mi cabello.
O qué hora es.
Cuando no me veo obligado a chequear mi teléfono o mi email o los goles.
Cuando el tiempo pasa a ser secundario en relación al espacio. Un espacio sagrado definido con parámetros esculpidos por seres humanos reales, que viven y respiran, y que de algún modo han entrecruzado sus intereses personales pudiendo encontrar felicidad sencillamente estando juntos.
Soy feliz cuando no estoy constantemente preguntándome si soy feliz.
Cuando ya no importa si dejé la ropa sucia adentro.
O que ayer fue el último día permitido para alguna devolución.
O que meto tanto la pata, o no estoy al día, tan ahhhhhh…si no tengo mis tareas/cuentas/solicitudes/hechas/ pagadas/enviadas.
Cuando las sonrisas silenciosas no son torpes.
Cuando puedo rodearte con mi brazo y no sentirme rechazado si no me rodeas con tu brazo.
Cuando mi mente está libre y estoy alborotado. Golpeando sobre la mesa. Bailando en círculos. Sin temor a desentonar.
Na. Na. Na. Na. Na. Na. Na. Na.
Ahhhhh.
Sólo respira.
Y únete a nosotros…
