Seamos honestos. El mundo no siempre nos da la bienvenida. Por eso a veces depende de nosotros encontrar nuestro propio modo de darla.
Yo crecí en el corazón del gueto de Chicago durante la Depresión. No fue la mejor bienvenida. Cada cuadra era un caldo de cultivo donde se gestaba todo tipo de gangster, negro y blanco, en Estados Unidos.
Pero aún así tuve alternativas. Y comencé a hacer algunas buenas elecciones. Después de todo, puede haber habido gangsters viviendo a mi alrededor, pero en su mayoría había personas buenas. Una de ellas era mi padre. Todos los días, me decía “Una vez que un trabajo ha comenzado, nunca lo dejes hasta que esté terminado… Sea la tarea grande o pequeña, hazla bien o no la hagas”. Empecé a escuchar.
También hubo personas en la calle que me enseñaron a tomar riesgos para hacer algo de mí mismo. Empecé a escuchar. Cuando me interesé por la música me dijeron que podía aprender de cualquier banda que llegara al pueblo. Empecé a escuchar.
Llegué a aprender que lo importante es moverse en una dirección. No puedes esperar hasta que todo sea perfecto. Cuatro muchachos que suenan “medio mal” sólo necesitan dar su veinticinco por ciento para llegar al cien por ciento cuando tocan juntos. Haz la cuenta. Funciona.
El mensaje de todo esto es: cuando no recibimos la bienvenida que sentimos que merecemos es importante no sentarse cómodamente a esperarla porque es probable que nunca llegue. Tienes que buscarla de otras maneras y en otros lugares. Sigue buscando hasta que encuentres una puerta de bienvenida que se esté abriendo. Puede que tengas que empujar un poco para abrirla totalmente. Luego atraviésala.
